En un mundo que a menudo nos exige estar disponibles, producir y dar a los demás constantemente, el autocuidado se convierte en un acto de resistencia y de conexión con una misma. Y aunque muchas veces se asocia con velas, baños de espuma o agendas bonitas, cuidarnos también tiene que ver con lo más básico: cómo nos alimentamos.
Porque sí: lo que comemos y cómo lo hacemos puede convertirse en una forma cotidiana de escucharnos, sostenernos y recordarnos que merecemos sentirnos bien.
¿Qué significa nutrirse desde el autocuidado?
Nutrirnos no es solo llenar el estómago. Es elegir, en la medida de lo posible, alimentos que nos hagan bien, que nos den energía, que nos reconforten y que nos conecten con el presente. Y esto no siempre tiene que ver con lo “saludable” según los cánones sociales, sino con lo que tiene sentido para ti, en tu cuerpo, en tu historia y en tu momento vital.
A veces, autocuidarse es prepararse una comida casera con mimo.
Otras veces, es pedir algo a domicilio sin culpa.
También puede ser decidir no comer en automático y parar a sentir: ¿qué necesito de verdad ahora mismo?
El autocuidado a través de la nutrición implica pasar de la autoexigencia a la autoescucha. Y para eso, hace falta bajar el volumen del juicio y subir el de la presencia.
Cuando comer se vuelve otro espacio de exigencia
Muchas personas llegan a consulta con una relación conflictiva con la comida. No solo por lo que comen, sino por cómo se sienten cuando lo hacen: culpa, rigidez, sensación de estar “fallando”, miedo a perder el control. Esto suele tener raíces profundas: mandatos sociales, dietas restrictivas, experiencias emocionales no procesadas.
En esos casos, más que de alimentación, hablamos de vínculo. Porque lo que se daña no es solo el cuerpo, sino la relación con una misma.
Y ahí es donde el enfoque psicológico cobra sentido: no se trata solo de cambiar lo que comes, sino de mirar cómo te estás tratando.
Algunas preguntas para empezar a transformar la relación con la comida:
Estas preguntas no tienen una respuesta correcta, pero abrirlas puede ayudarte a observarte sin juicio y a acercarte a una forma más amable y compasiva de alimentarte.
Nutrirse también es:
Cada vez que eliges alimentarte con presencia, estás diciendo: “mi bienestar importa”.
Cada vez que dejas de castigarte por lo que comes, estás sanando un vínculo interno.
Cada vez que eliges parar y sentir, aunque sea un momento, estás sembrando autocuidado.
Porque auto-cuidarse no es hacerlo todo bien.
Es tratarte bien, incluso cuando no todo está en orden.
Y eso también empieza por cómo eliges (o puedes) alimentarte.
Quizás hoy no puedas cambiar todo.
Pero tal vez puedas empezar por una comida al día en la que estés contigo.
Una en la que no solo te alimentes, sino también te sostengas.
Porque mereces no solo comer, sino nutrirte.
No solo sobrevivir, sino también sentirte viva, presente y cuidada.
AUTORA: ALEJANDRA PONCE BATISTA
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