La microbiota es el conjunto de microorganismos vivos que residen en nuestro organismo y ejercen efectos beneficiosos. Aunque la mayoría se encuentra en el intestino, también hay microbiota en la piel, la boca, los pulmones o la vagina (en cualquier lugar del cuerpo donde haya mucosa). Se calcula que tenemos más de 100 billones de microorganismos, ¡más que células humanas!
La microbiota se podria decir que actúa como un verdadero órgano, participando en funciones fundamentales para la salud:
Protección frente a patógenos
Relación con el eje intestino-cerebro (sí, influye incluso en nuestro estado de ánimo)
Desarrollo del sistema inmune y barreras mucosas
Digestión de nutrientes que no podríamos absorber solos
Síntesis de metabolitos como ácidos grasos de cadena corta, vitaminas o neurotransmisores
Como una huella dactilar, la microbiota de cada persona es distinta y evoluciona a lo largo de la vida. Desde el parto (vaginal o por cesárea) y la lactancia materna, hasta los hábitos que mantenemos en la edad adulta, todo influye: alimentación, nivel de estrés, sueño, ejercicio, contacto con la naturaleza, uso de antibióticos, etc.
Por ejemplo, un estilo de vida saludable, con una alimentación rica en fibra y alimentos fermentados, favorece la diversidad bacteriana (algo clave para una microbiota equilibrada). Por el contrario, el estrés crónico, el sedentarismo o el abuso de fármacos pueden alterar este equilibrio.
Cuando hablamos de eubiosis, nos referimos a una microbiota en equilibrio: diversa, abundante en bacterias beneficiosas y con funciones correctamente reguladas. En cambio, la disbiosis es una alteración de esta microbiota, en cantidad o composición, y se ha relacionado con numerosas patologías: digestivas (como el SII, SIBO o enfermedad inflamatoria intestinal), metabólicas (obesidad, diabetes tipo 2) e incluso mentales (ansiedad, depresión).
Las investigaciones sobre microbiota han crecido exponencialmente en los últimos años. Hoy sabemos que hay una comunicación constante entre el intestino y el cerebro a través del eje intestino-cerebro, y que ciertas bacterias intestinales pueden modular la producción de serotonina, dopamina o GABA.
También se están explorando tratamientos como el trasplante de microbiota fecal para casos graves de disbiosis, y se investiga el uso de probióticos y prebióticos específicos, no como un «complemento genérico», sino como herramientas terapéuticas dirigidas.
En resumen: la microbiota no solo participa en la digestión, sino que influye en casi todos los sistemas del cuerpo. Cuidarla con buenos hábitos de vida es, sin duda, una de las mejores inversiones en salud a largo plazo.
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