El omeprazol es uno de los medicamentos más recetados que solemos ver en consultas. Forma parte de los IBPs (Inhibidores de la Bomba de Protones), un grupo de fármacos diseñados para reducir la producción de ácido en el estómago.
En situaciones puntuales y bajo supervisión médica, pueden ser muy útiles: para tratar úlceras gástricas, reflujo gastroesofágico grave o prevenir daños estomacales por ciertos medicamentos.
El problema aparece cuando se usan sin indicación médica clara o durante más tiempo del necesario.
Aunque el ácido estomacal suele tener “mala prensa”, es fundamental para:
Activar enzimas que ayudan a descomponer los alimentos.
Favorecer la absorción de nutrientes como hierro, calcio, magnesio y vitamina B12.
Protegernos de microorganismos que llegan con la comida.
Cuando lo reducimos de forma crónica con un IBP, el sistema digestivo pierde parte de sus defensas y eficiencia.
El abuso de omeprazol y otros IBPs puede llevar a:
Déficit de vitamina B12 → provoca cansancio, hormigueos y problemas de memoria.
Baja absorción de minerales como calcio, magnesio y hierro → aumenta el riesgo de anemia y fragilidad ósea.
Cambios en la microbiota intestinal → al reducir la acidez, sobreviven bacterias que normalmente no deberían llegar al intestino, lo que puede favorecer sobrecrecimiento bacteriano (SIBO) y diarreas crónicas.
Mayor riesgo de infecciones gastrointestinales como Clostridium difficile.
Problemas digestivos paradójicos → al suspenderlo de golpe, puede aparecer un “efecto rebote” con más acidez de la que había antes.
En consulta veo a menudo pacientes que llevan meses o incluso años tomando omeprazol como “protector gástrico”, aunque no haya un motivo médico actual que lo justifique.
En algunos casos, el uso prolongado contribuye a:
Empeorar la digestión de proteínas.
Alterar la microbiota y agravar síntomas de hinchazón, gases o diarrea.
Favorecer el SIBO, especialmente si hay otros factores de riesgo como uso frecuente de antibióticos.
Enfermedad por reflujo gastroesofágico diagnosticada.
Úlceras gástricas o duodenales.
Tratamiento de Helicobacter pylori (en combinación con antibióticos).
Prevención de sangrado digestivo en personas que toman ciertos antiinflamatorios o anticoagulantes.
Siempre con control médico y revisando periódicamente la necesidad de seguir tomándolo.
Si el omeprazol no es estrictamente necesario, hay otras formas de cuidar tu estómago:
Reducir ultraprocesados, alcohol, cafeína y frituras.
Comer porciones más pequeñas y evitar tumbarse justo después de comer.
Mantener un peso saludable, ya que el exceso de grasa abdominal aumenta la presión sobre el estómago.
Identificar y tratar la causa real del malestar, en lugar de ocultar el síntoma con medicación.
En resumen:
El omeprazol puede ser un gran aliado cuando se usa en el momento y dosis correctos, pero su abuso puede afectar de forma importante a tu salud digestiva y a tu nutrición. Antes de tomarlo de forma prolongada, consulta siempre con un profesional de la salud y revisa si realmente lo necesitas.
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