En los últimos años, los productos etiquetados como “light” han ganado popularidad, siendo percibidos como alternativas más saludables a sus versiones originales. Sin embargo, es importante preguntarnos: ¿realmente son una mejor opción?
Un producto “light” es aquel que ha sido reducido en calorías, grasas o azúcares en comparación con su versión original. Según la normativa vigente, esta reducción debe ser de al menos un 30% para poder llevar esta denominación.
Para conseguirlo, se sustituyen algunos ingredientes por otros. Por ejemplo:
Pero esta modificación en los ingredientes no siempre implica que el producto sea más saludable.
Aunque el término «light» pueda sugerir una elección más saludable, esto no siempre es así. Existen algunos puntos clave que debemos considerar:
No se trata de demonizar estos productos, sino de entender que su consumo debe estar enmarcado dentro de una alimentación equilibrada. Si el consumo es esporádico, como en el caso de un refresco o unas patatas fritas de bolsa, no hay una gran diferencia en optar por la versión light o la normal.
En cambio, si se elige un producto «light» dentro de un contexto de alimentación saludable y con un consumo moderado, puede ser una opción válida, especialmente en personas con necesidades dietéticas específicas.
El hecho de que un producto sea «light» no lo convierte automáticamente en una opción más saludable. La clave siempre estará en leer etiquetas, conocer los ingredientes y priorizar una alimentación basada en productos frescos y naturales. Más allá de elegir entre un producto normal o su versión reducida en calorías, lo más importante es aprender a tener un equilibrio en nuestra alimentación sin caer en excesos ni falsas creencias.
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